sábado, 15 de febrero de 2014

"Toda una vida". Por Cristina. Especial San Valentín




Grisel se despierta y encuentra una nota amarilla pegada a su mesita de noche. La coge y la lee:

Negro, sin azúcar. Té rojo, con dos cucharillas de azúcar y con un toque de leche que apenas se note para Suyay.

Se levanta y se coloca su bata amarilla mientras baja las escaleras. Se dirige a la cocina, prepara su café siguiendo las instrucciones escritas en el pequeño trozo de papel: negro, sin azúcar; y toma un cuidadoso sorbo. Le gusta.

Suyay aún está dormido, tendrá que acordarse de hacerle su té más tarde. Toma papel y lápiz, lo escribe y lo deja sobre el mueble de la cocina.

Té rojo, con dos cucharillas de azúcar y con un toque de leche.

Está fuera, observando el paisaje, cuando Suyay la llama. Antes de que pase un minuto siente suaves pisadas sobre el pasto tras ella y un abrazo por la cintura.

"Has estado aquí afuera por horas. Ven adentro, la temperatura está bajando, haré sopa para cenar".

'Te equivocas', piensa Grisel mientras lo sigue. Suyay está equivocado, no pueden haber sido horas, había estado dentro preparando café hace diez minutos.

Antes de que entren a la cocina, Suyay se para frente a ella y le besa suavemente la frente, intentando alivianar su gesto de preocupación, antes de comenzar a preparar la comida.

Los ojos de Grisel recaen sobre el mueble de la cocina y ve otra nota amarilla allí.

Té rojo, con dos cucharillas de azúcar y con un toque de leche.

Se olvidó de hacer el té.




Grisel se despierta y encuentra una nota azul pegada a su mesita de noche.

Mira el espejo, recuerda mirarte en el espejo.

Se levanta y se pone su bata azul. Camina hacia la cómoda de la habitación y allí, sobre ella, ve su reflejo: su cabello está desordenado por una larga noche de sueño, y gris. Tiene unas cuantas mechas muy blancas por aquí y por allá. Las líneas de expresión en su frente y boca están marcadas con arrugas de preocupación y estudio, la edad y la vida. Sus ojos aún brillan, luminosos y atentos, los ojos de una mujer que ha vivido más de medio siglo.

Su vista pasa desde el espejo a la mesa, a la nota azul.

"Eres vieja."

De nuevo, lo había olvidado.





Grisel se despierta y encuentra una nota verde pegada a su mesita de noche.

David está muerto.

Se levanta, colocándose su bata verde mientras se encamina hacia el baño. Suyay está allí, dándose una ducha.

"David está muerto."

Suyay corta el agua y abre la cortina, tomando una toalla que estaba cerca para secarse. Sale de la ducha y mira a Grisel con ligera preocupación, observando por un momento la colorida notita en sus manos.

"Lo sé. ¿Se te ha olvidado?"

Grisel le devuelve la mirada por un largo minuto: se le olvidó. Odia admitirlo, pero sí, se le olvidó.

Asiente.

"¿Quién es David?"

Suyay respira profundo, mirando hacia el techo por una fracción de segundo antes de volver a fijarse en Grisel, la anciana y enferma Grisel.

"Es tu hermano. Tu hermano mayor, solíais pelear mucho entre vosotros, pero era obvio a ojos de todos que os querías…"

Debe dejar de hablar porque se le quiebra la voz. Parpadea una, dos, tres veces. Unos cuantos parpadeos más y las lágrimas han desaparecido de donde sea que hayan venido.

"Déjame vestirme y luego podemos hablar de David si tú quieres"

Grisel mira a Suyay dándole una pequeña y triste sonrisa. Se pregunta por qué está triste. Asiente.

"Sí, creo que me gustaría recordar a mi hermano."





Grisel se despierta y encuentra una nota rosa pegada a su mesita de noche.

Suyay. Pase lo que pase, recuerda a Suyay.

Se levanta, colocándose su bata roja, y sale fuera.

Suyay está allí, sentado en una silla y leyendo el periódico. No hay una taza de té en sus manos, Grisel se olvidó de hacerlo. Tampoco se preparó café.

Se acerca por la espalda y se agacha para rozar sus labios contra la sien de Suyay.

"Se me olvidó decirte que te amo."

No puede verlo, pero siente como Suyay sonríe.



Grisel se despierta y encuentra una nota amarilla pegada a su mesita de noche.

No te preocupes de hacer té.

Se levanta, colocándose su vieja bata amarilla mientras baja la escalera.

La casa está en silencio.





Por Cristina. Escritora y blog novela. Club literario "Vidas de Tinta y Papel".


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